Sanctify

Con determinación y valor salió más temprano de lo acostumbrado, dirigiendose presuroso a la parte más elevada de la vía central, sumergido en la niebla de la oscura y gélida mañana. Sólo eran audibles los golpes de sus botines en el adoquín resonando a lo largo de la calle.

La oscuridad iba en aumento a medida que el gran reloj situado al centro de la plazuela marchaba ininterrumpido hasta que marcó las cinco con treinta y dos minutos.

Entonces alcanzó la silla de marfil blanca y helada como si fuera nieve. Se acomodó sin vacilar, recostó el estuche sobre sus piernas, entonces, con conrtesía y solemnidad sacó el violín y arco. Tensó el arco como de costumbre, apoyó el violín sobre su hombro, acercó su cara a la madera y le hizo cantar la nota más grave. Al momento el ambiente se iluminó como si se encendiera una gran lámpara tenue, hacia regresar el arco y el violin entonaba una canción entre multiples notas que subían y bajaban como el agua y como pintura, transformando el ambiente. Una nube se manchaba en el cielo y detrás de ella rayos de luz estallaban atravesando cada espacio al compás de la música. Cada objeto en la ciudad se encendia en color y la densa niebla era reempazada en un instante por destellos y luces que se arremolinaban dirigidas por las siete notas entonadas, en perfecta armonia, majestuosamente desde el alma del violinista...

No olvidaré el resto.
En verdad soy poca cosa, ahora callo y me tapo la boca con la mano
¿Quién es el que oscurece el consejo con palabras que demuestran falta de conocimiento?

Yo sólo sabía de ti a oídas, pero ahora mis ojos te han visto.